Mercado de Santo Domingo


Para no alterar el transcurso natural que siguen todos los sucesos de mi vida, fui al mercado de Santo Domingo dispuesta a sacar fotografías a los puestos y cuál fue mi sorpresa al descubrir que ¡estaban cerrados!
El mercado de Santo Domingo está a la derecha del ayuntamiento de Pamplona, bajando unas escalinatas. Me gustó ir al centro de la ciudad una mañana entre semana (cuando está abierto el mercado), pues no acostumbro visitarlo en esos momentos del día. Era un día soleado de otoño y había mucha gente por la calle haciendo recados, con el pan bajo el brazo, o aparcando la bicicleta para entrar en alguna tienda. Me encamine, por segunda vez hacia el lado derecho del ayuntamiento.
“A la segunda va la vencida” y efectivamente, esta vez las luces de dentro del mercado estaban encendidas y había un gran movimiento de gente entrando y saliendo por las puertas principales. La verdad es que me daba bastante vergüenza fotografiar a los tenderos y sacar la cámara de fotos, que no es precisamente discreta…. Resoplé antes de entrar y con paso decidido me adentré en aquel mundo y me dije: “María, lo llevas mal si quieres ser periodista, así que… venga”. Me acordé de los consejos que nos había dado el profesor en clase: hablar, sacarles una sonrisa y por último, la cámara”, así que dejé la cámara dentro del bolso. Pensé que también sería buena idea comprar algo en los puestos que iba a fotografiar, la verdad es que me tocaba hacer la compra y así podía aprovechar para llevarme algunas cosillas.
Primero me dirigí al puesto de los quesos. Una señora sonriente, pero tímida esperaba apaciblemente la llegada de algún cliente. Nada más verme cambió de actitud y se acercó amablemente. Le pedí un queso y estuvimos hablando un rato, ella me dio a probar un trocito para ver si me gustaba el que me iba a llevar, ¡estaba buenísimo! Entonces le conté que estaba haciendo unas fotos al mercado y si le importaría que le sacara algunas, ella aceptó pues “ya se había acostumbrado”, me dijo.
Después fui al puesto de confitería, que estaba junto al de gominotas. El señor de las pastas tenía una mirada muy dulce, pero a pesar de comprarle unas cuantas ensaimadas, me rogó que no le sacara en ninguna foto, sólo repetía: “Yo te miro cuánto quieras, menos cuando saques la cámara”. Al final nos acabamos riendo. Fue donde mejor me lo pasé. Había un chico joven hablando con él y enseguida me vi involucrada en una conversación con ellos y con Mari, la mujer de las chucherías, que se dejó hacer fotos fácilmente. Al final, me metí en su puesto y el chico joven nos sacó una foto, mientras el señor de los pasteles comentaba la jugada entre risas.
El tercer puesto que visité fue la carnicería del carnicero ya famoso en las prácticas de mis compañeros de clase. No me fijé en él, la verdad, pero cuando pasé por allí observando la carne, él se mostró atento saludándome y preguntándome que si quería algo. Entonces entendí por qué este hombre aparecía en las fotos de todos. Le pedí unas pechugas de pollo y mientras las cortaba íbamos hablando y yo le iba sacando alguna foto. Me hizo gracia cómo posaba para la cámara sin que yo le avisara, parecía que le gustaba.
Luego bajé al piso donde había muchos puestos más. Me acerqué a uno de verduras y fruta, atendido por dos mujeres. Al principio no les gustó mucho la idea de fotografiarlas, porque ya habían venido otras veces hasta cámaras de televisión y no les gustaba. Al final me quedé allí esperando mi turno para ser atendida y entonces se pusieron más atentas y terminaron por decirme que fotografiase lo que quisiera. Se mostraron muy cariñosas.
Antes de irme, me fijé que había una especie de clases de cocina con cocina incluida. Era como uno de esos programas de televisión de por las mañanas en que un cocinero vestido como tal, explica al público cómo hacer un exquisito plato, mientras lo va cocinando él mismo. La cocina en vivo del mercado la presidían un hombre y una mujer que hablaba por el micrófono respondiendo las preguntas de una señora de su público.
Salí por una puerta distinta a la que había entrado. Miré para atrás y saqué una última foto. Estaba satisfecha. Además de comida, me volvía a casa con una buena experiencia.
María Castrillo Espino.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio