No es lo que parece

viernes, 14 de diciembre de 2007

RETRATOS

Ana Castrillo es la pequeña de mis hermanos. Tiene once años recién cumplidos y su mundo está lleno de juegos e historias que sólo existen en su imaginación. Es una niña teatrera y muy vivaracha. Aunque a veces esa luz se apaga un poco cuando tengo que volver a Pamplona tras pasar unos días en casa.




Pero sin duda, su sonrisa le ilumina la cara. Ana sonríe siempre a la gente que le rodea y cuando va a empezar a reírse mira un poco para abajo para luego soltar la carcajada. Es una niña dulce y sobre todo muy divertida, tiene una risa muy pegadiza que puede robar muchas de éstas a su alrededor, aunque los afectados tengan un humor de perros o consideren absurdas las gracias de los niños.



Pero a pesar de su habitual alegría y gran expresividad que acentúa la vivacidad propia de una niña de once años, Ana puede mostrarse indiferente cuando su mente está centrada únicamente en jugar a la máquina de juegos DS, incluso su mirada en esos casos puede parecer decirte: "¡A ver... que estoy jugando, deja de hacerme fotos!".




* * * *

Arantza es una de las que trabajan en la cafetería de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra. Al principio la relación se reduce a los cordiales saludos y a pedir cafés, pinchos o algún plato combinado. Pero a medida que van pasando las semanas y tu cara se le va haciendo familiar esta relación se va estrechando. Tu nombre ya se lo aprende de tanto repetirlo a la hora de la comida para que vayas a recoger tu plato a la barra y también de las conversaciones que van surgiendo del día a día de la facultad de Comunicación. Arantza se convierte en un personaje indispensable de la vida de un estudiante de esta carrera. Cuando coge confianza ella se muestra tal cual es, si tiene un día cansado o está un poco baja de ánimos sus comentarios y su cara no lo ocultan.


Pero ese gesto triste no es el habitual en su cara. De hecho, el que le caracteriza es el de su amplia sonrisa. Con el dinero en la mano para meterlo en la caja registradora, Arantza sonríe a la cámara satisfecha por su trabajo. Esa misma sonrisa es la que nos dedica a los alumnos cuando nos saluda al llegar a la cafetería o cuando nos quedamos charlando con ella un ratillo.



Al final, Arantza se puso a trabajar recogiendo tazas vacías de café de la barra. Su gesto es indiferente mientras realiza esta tarea.

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